Por Paula Guerrero Zaro
Comienzo este artículo con tristeza, después de haber participado en una liturgia donde un ser humano parte de está tierra y toma un viaje hacia la vida eterna. Es difícil entenderlo para quienes no aceptamos la muerte. Aquí, hago un alto y escuchó las palabras del sacerdote relatándonos la caminata de los discípulos de Jesús desde Jerusalén a Emaús, caminata de desesperanza, tratando de buscar respuestas, cuestionamientos que a diario hacemos en nuestras acciones diarias: pero de pronto, se les acerca una persona en ese camino y los acompaña en lo que queda de viaje, cuando finalizó el día, y en la cena, los discípulos reconocieron al desconocido caminante como Jesús. En aquel momento, Jesús quizás envía un mensaje de esperanza, tal como lo describe la biblia, a través de los hebreos, donde nos la describe: “…la cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo”, asimismo, otro pasaje bíblico nos dice: “…la tribulación produce paciencia; y la paciencia prueba; y la prueba esperanza. Siendo la paciencia una virtud que se va cultivando en el tiempo a través de las diferentes pruebas que se deben ir afrontando.
Es por ello, que las acciones de vida que realizamos van trascendiendo en el tiempo. ¡Cómo quisiéramos que el ayer fuera hoy!, el tiempo siempre está, inexorable, difícil de entender. Muchas veces nuestro cuerpo no nos acompaña, pero lo que nunca muere es el alma y el espíritu que van más allá de cualquier razón de tiempo.
Si bien hoy, parte una persona que fue scout, radioaficionado, piloto, padre, esposo e hijo sus acciones traspasan cualquier línea de tiempo. Hace muchos años atrás escuchaba a mi padre decir: hay verdaderos Arturo Prat o héroes anónimos que dejan esta tierra atacameña de forma silenciosa, pero son sus acciones las que marcan hitos importantes de vida en otros, las cuales siempre vivirán y estarán en sus corazones. Es por ello del “Quédate conmigo”, que es lo que ansiaba cada discípulo de Jesús en esa caminata: pero Jesús les enseña que a través de la oración nos acercamos no sólo a esa persona que parte sino a otros quienes nos necesitan a diario. Para ello la liturgia de hoy nos hace viajar en el tiempo y acompañar a otros en su tristeza, donde un abrazo, gestos, palabras reconfortan, traen consigo esperanza y fortaleza hacia el mañana.
Concluyendo, les acerco un poema de Neruda, el cual hace varios años fue adaptado por una atacameña, regalo en este día de sentimientos que nos traen recuerdos y nos evocan que el mañana será mejor.
Pero yo amo hasta las raíces de mi gran región de Atacama.
Si tuviera que morir mil veces allí quiero morir:
si tuviera que nacer mil veces allí quiero nacer,
cerca del Chañar agreste, de lo árido de su desierto
y de la inmensa soledad y libertad de sus cerros reflexivos.
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