(*) Octubre de 2016: Álvaro Plaza Santander aparece en un video que circula en las redes sociales. Se ve a la orilla de una playa, con la piel oscurecida por el sol y una polera que dice “Álvaro Plaza Ramos”, con la foto de su hijo. Cuenta que en ese lugar encontraron el cuerpo de una de las víctimas del aluvión, por eso ahora la recorren con palas y picotas, con la esperanza de encontrar los restos de su niño. Álvaro padre dice que tiene fe en Dios, que lo encontrarán y no descansarán hasta lograrlo.
Este es uno de los muchos videos que constantemente realiza sobre su búsqueda. También difunde actividades en redes para reunir dinero, ya que una máquina retroexcavadora le ayudaría a cumplir su objetivo. Ha juntado unos 13 millones de pesos, pero la meta aún está lejos: necesita al menos unos 10 millones más para concretar la compra.
Su hijo, Álvaro Plaza Ramos, tenía 16 años cuando el 25 de marzo de 2015 decidió partir al cuartel de bomberos en medio del aluvión de agua y barro que afectó a varias ciudades y localidades del Norte Grande y el Norte Chico. Entre ellas su natal Diego de Almagro, que enfrentaba una crítica situación. Ese día, Álvaro se despidió de su madre. Fue la última vez que Juvissa Ramos lo abrazó.
Teresa Naranjo recuerda que estaba atrapada en una vivienda, con su pequeño hijo Jason, de seis años de edad, amenazada por la fuerza del caudal, cuando llegaron los bomberos en su camión a rescatarlos. El torrente golpeaba el vehículo, lo cubría hasta más arriba de la mitad y aumentaba el miedo de Teresa de que se volcaran. Ella logró subir al camión, pero Jason seguía sobre el techo. Entonces, Álvaro le hizo cariño y le dio ánimos, diciéndole que no se preocupara, que saldría de allí junto a su hijo, que estuviera tranquila. El joven bombero logró rescatar al pequeño, lo tomó, ayudándose de una cuerda para llevarlo desde el techo de la casa, que podía desaparecer en cualquier minuto, y lo dejó sobre el camión.
En ese momento, Álvaro cayó al caudal del desbordado río Salado ante los ojos de Jason y de su madre. Alguien estaba grabando desde la orilla y captó ese preciso momento: una imagen que recorrió los canales de la televisión y las redes sociales a nivel internacional.
Teresa sabe que, de no haber sido por el joven bombero, ni ella ni su hijo hoy estarían vivos y lo agradece con una profunda pena por su desaparición y el dolor de sus padres que hasta el día de hoy lo buscan. Confiesa que en los momentos en que estaba atrapada hubo instantes en que había perdido la esperanza de que salieran vivos.
Álvaro Plaza padre estaba en Antofagasta trabajando como carabinero. Llegó a Diego de Almagro el 27 de marzo, cargando con la terrible noticia de que su hijo estaba desaparecido. Le habían dicho que la ciudad había sido sepultada por el barro, como también la localidad cercana de El Salado. Un avión lo trajo hasta Caldera y un helicóptero hasta su hogar, donde su esposa le confirmó que era cierto, que Álvaro no había vuelto y circulaban rumores de que había caído al caudal, pero no tenía la certeza de que fuera cierto. No existía ningún comunicado oficial de parte de Bomberos, ni se habían contactado con ellos para informarles de lo sucedido.
El padre fue inmediatamente a la escuela Aliro Lamas, donde se refugiaban numerosos damnificados, muchos niños, muchas mujeres. Recuerda que estaba desorbitado, y no podía creer que su hijo estuviera desaparecido.
Ahí comenzó su búsqueda. Primero con la ayuda de familiares, amigos, bomberos y voluntarios que llegaron a ayudar a la ciudad desde diversos lugares del país, en medio de una localidad que durante varios meses no tuvo agua potable, suministro eléctrico ni alcantarillado. Por esas horas vio las trágicas imágenes, las que ningún padre debería jamás mirar, y tomó la determinación de comenzar en el lugar donde cayó al cauce.
Golpeó puertas junto a su señora y logró la ayuda del Gobierno, que dispuso máquinas durante meses para la búsqueda del joven bombero, la que ha impactado y conmovido a miles de personas.
Converso con él una tarde en Diego de Almagro. Me cita al memorial que construyeron en recuerdo de su hijo en un sector cercano al río; un sitio actualmente eriazo, ubicado en una de las principales vías de tránsito de la ciudad a espaldas del edificio consistorial. El sol quema y el viento no para, el paisaje es café, gris, aún lleno de barro seco, casas despintados, restos de maderas, la línea del tren y un cielo azul sin interrupciones. La gruta es espaciosa, tiene un techo, rejas que la protegen en medio de una estructura de metal, un banco de plaza, una construcción en ladrillo repleta de fotos de Álvaro, sus diplomas, gorros, flores plásticas. Se le puede ver de bombero o sin uniforme, con su sonrisa de 16 años. Nos sentamos en el banco y conversamos. Álvaro recuerda.
“Iban pasando los días y no sabía qué buscaba. Yo vine a chantar cabeza acá, de mi triste realidad, de todo lo vivido, prácticamente lo poco y nada que me acuerdo en el mes de mayo, cuando se celebró el cumpleaños de mi hijo. Los otros días no me acuerdo. Ahí revisé mi teléfono y tenía muchas llamadas perdidas, de meses y de días anteriores, que no atinaba a contestar porque, como les digo, estoy viviendo una triste realidad, muy dolorosa. Más o menos en junio o julio sabía que mi hijo estaba desaparecido, más aún cuando vi por televisión el video de mi hijo, el cual me impactó muchísimo. Lloré mucho. Impotencia, rabia, y no tener la ayuda suficiente para seguir buscándolo”, relata, mientras el viento se cuela irremediablemente en la grabación, tanto como el dolor en sus palabras.
“Yo hasta ese momento tocaba muchas puertas, empecé a activar mi instinto de papá, pedí ayuda y llegó mucha, de gente anónima, que no recuerdo los nombres. Me pasaron una máquina, dos máquinas… en el mes de junio llegó la ayuda por parte del Gobierno. En esa oportunidad estábamos con el señor de apellido Maturana, de la Onemi, en una reunión con él en representación del señor intendente. Y la tuvimos (la ayuda) hasta el cinco de diciembre de 2015. Hoy ya no contamos con el apoyo del Gobierno. Nosotros hemos buscado por distintos lugares donde cayó mi hijo Alvarito y donde pensamos que podía haber bastante lodo, escombros, algo que indique que no pertenece a ese lugar, y metíamos la máquina ahí. Así que en esa situación estamos nosotros, solo tenemos la promesa del señor intendente, hasta la fecha estoy esperando que se cumpla, pero no pasa nada con la maquinaria, igual que de parte del Seremi, el señor Leiva. Lamentablemente ahora estoy haciendo la campaña de la alcancía para recolectar los fondos y comprar mi propia máquina retroexcavadora, así no molesto a nadie. Vivo por mi hijo a tiempo completo”, cuenta.
La bocina de un camión interrumpe la conversación. Un saludo que se repite varias veces más a medida que avanza el tiempo, de parte de camionetas, autos, otros camiones. No sé si es una demostración de respeto al joven héroe o su destino es el de aquellos que, por su muerte trágica o la pureza de su alma, la gente les confiere capacidades de intermediar ante Dios por los otros seres humanos cuando tienen un apuro o necesitan un milagro.
Ahora los padres están solos buscando. Así se ve en un video del 28 de septiembre del 2016. Álvaro Plaza en medio del desierto con una picota, polera blanca con la foto de Alvarito, y aplicando fuerza sobre una tierra dura. A sus espaldas, un tramo de la línea férrea que sobrevivió al desastre. La tierra, antes barro, suena ante los esfuerzos por removerla. Su perrita poodle, aburrida, se acerca a la picota asumiendo tal vez que es un juego. Álvaro no dice nada.
El 9 de julio de 2015 trasladaron en procesión a la Virgen María hacia el memorial. Una banda de bronce, la imagen sobre varios hombros fuertes, avanzó lentamente hasta llegar al lugar acompañada de numerosos fieles. Un recorrido que formó parte del advenimiento, días en que los diegoalmagrinos siguen a la virgen por diversos sectores rezando, a veces con música nortina y bailes, a la espera del 16 de julio, en que celebran la Tirana Chica, el día de la Virgen del Carmen.
A un año del aluvión, el hall del municipio estaba repleto. Los rostros son serios, hay una especie de silencio aún antes de empezar la actividad. La primera en hablar es Ana María Egaña, quien perdió a su tía. Recordó los breves minutos en que el agua, el barro, las piedras, los bolones, inundaron su vivienda y las de sus vecinos, a los que luego veía sobre los techos arrancando de la muerte, sintiendo el terror más grande de su vida. Luego cantó junto a su hermana, no sin antes decirles “detengámonos un poquito, no vivamos tan rápido, abracemos al hijo, a su esposo, esposa, digámosle que lo ama, nada más, un segundo, un minuto será, no es mucho, como si fuera el último día”. El alcalde Isaías Zavala hizo un homenaje a quienes fallecieron y comprometió nuevas tareas de reconstrucción.
Al finalizar el acto, en medio de un sendero dibujado por las llamas de cientos de velas, una procesión avanzaba hacia el memorial que recuerda a Álvaro. También iluminaban la noche las luces del carro de bomberos, y sus voluntarios que en formación esperan en el lugar a la multitud. Ahí están Álvaro y Juvissa, escuchando los nuevos discursos y dirigiendo unas palabras, mientras un emocionado voluntario pide que el lugar se transforme en un parque lleno de árboles en honor del mártir.
Algo similar ocurrió durante el desfile de aniversario de la ciudad, que reúne a casi todo el pueblo, ya que marchan las juntas de vecinos, clubes deportivos, culturales, el Partido Comunista, los funcionarios municipales, escuelas y liceos, los tunning y cuánta organización exista. Un evento importante, que culmina con fuegos artificiales, pero que en el discurso del alcalde recordó a quienes habían perdido la vida, ocupando un lugar destacado Álvaro, el mártir, el bombero héroe, como le dicen.
“Alvarito era un joven inquieto, con ganas de aprender, tenía muchos sueños, amaba su guitarra, su skate, contaba con muchos amigos. Fue elegido uno de los mejores compañeros también en el colegio, por casualidades de la vida también en mi infancia fui elegido mejor compañero. Así que teníamos hartas coincidencias con Alvarito, a él le gustaba el rock, a mí también, yo igual toqué una vez en mi vida guitarra. Él era fanático, en el caso mío fue un entusiasmo no más. Aprendió solo, le compré su guitarra eléctrico-acústica, tenía su amplificación, un grupo artístico musical y había varios jóvenes que lo apoyaban. Lo más bonito, a él le gustaba ayudar al prójimo, aprender, tenía una vocación enorme de servidor público, porque él pasaba todo el día en el cuartel. Era un muchacho normal en el liceo, sacaba notas buenas, también malas, conducta normal, en el fondo tranquilo, un niño de 16 años que tiene mucha inquietud como joven, respetaba mucho a las niñas, sus compañeras”, me dice este padre de corrido, en unas palabras donde el orgullo se desborda. Claro, junto a la tristeza. No me mira, supongo que ha aprendido a no llorar al hablar de su hijo.
Al principio, en buses, una decena de personas ayudaban en la búsqueda. Hasta antes que llegaran las máquinas financiadas por el Gobierno. Todos voluntarios, bastantes bomberos, colaboraban en la búsqueda. Otras veces conseguían maquinarias y llegaban a más lugares.
Ahora los padres están solos buscando. Así se ve en un video del 28 de septiembre del 2016. Álvaro Plaza en medio del desierto con una picota, polera blanca con la foto de Alvarito, y aplicando fuerza sobre una tierra dura. A sus espaldas, un tramo de la línea férrea que sobrevivió al desastre. La tierra, antes barro, suena ante los esfuerzos por removerla. Su perrita poodle, aburrida, se acerca a la picota asumiendo tal vez que es un juego. Álvaro no dice nada.
En otro video de los primeros días de octubre, se le ve por un sector llamado Los Olivos, haciendo lo que describe como “un recorrido de infantería”.
“Aquí también pasó parte del aluvión. Como ustedes ven hay una escalinata, montículo de tierra que se excavó buscando a mi hijo Alvarito, pero aún falta mucho por revisar. Lamentablemente quedó a medias este trabajo, porque el Gobierno me quitó las maquinarias y no pude seguir buscando, porque faltan muchísimos sectores. Caminamos, de alguna manera u otra marcamos los puntos para así a futuro… y soñamos que alguien nos facilite una máquina o comprar una y encontrar a mi hijo Alvarito, el cual se merece ser encontrado como ustedes dicen”, narra para los amigos de Facebook y Whatsapp que lo verán.
Estas apariciones han mantenido viva la memoria de muchos, que en Caldera, Copiapó, Ovalle y otros tantos lugares han hecho actividades para juntar dinero y aportar así a la búsqueda y, de alguna manera, acompañarlos en la dura tarea. Y también para que fuera elegido uno de los ganadores en el concurso organizado por el empresario Leonardo Farkas para el Día del Padre, que le otorgó seis millones de pesos. También ha recibido otros estímulos, medallas, galvanos, condecoraciones. Un homenaje significativo fue la inauguración del nuevo cuartel de la 1ª Compañía de Bomberos Diego de Almagro, ya que el anterior fue destruido por el aluvión. Tanto el edificio como la compañía se llaman Álvaro Plaza Ramos.
En la ceremonia estuvieron presentes las más altas autoridades nacionales de bomberos, así como las regionales y municipales. Allí se entregó la condecoración “Brigadier Álvaro Plaza” para los estandartes de las compañías que fueron a prestar ayuda durante la emergencia. En todas estas actividades el padre tomó la palabra y reiteró que necesita ayuda. Así como lo repite en la conversación que sostenemos en el memorial.
“Quiero encontrar a mi hijo Alvarito. Pertenezco a Carabineros, que me ha dado las facilidades para dedicarme cien por ciento a la búsqueda, recibo mi sueldo y con eso mantengo a mi señora y a mi hija. Puedo hacer mis actividades normales, pero necesitamos la ayuda para comprar la maquinaria que tanto anhelo y así encontrar a Alvarito. Dedicarme por tiempo completo a mi hijo, porque aún falta mucho por revisar. Hay varias casas que no se han revisado en Diego de Almagro, en el sector Paul Harris, están desocupadas, y hay que meterse. También falta mucha parte donde arrasó el caudal, saliendo de Diego de Almagro en dirección a El Salado y llegando a Chañaral. Faltan tantos lugares que no se han metido, en uno de esos, como le digo, puede que esté mi hijo.
El joven bombero quería seguir los pasos de su padre, pero había escogido la fuerza aérea en los últimos meses, luego de debatirse entre la opción de integrarse a Carabineros.
Terminamos la conversación, la temperatura ha bajado anunciando la noche del desierto. Su esposa y su hija bajan de la camioneta, me saludan y ayudan al padre a grabar un nuevo video, en la entrada del memorial. Él levanta la voz, se da ánimo, utilizan las últimas luces de la tarde y vuelve a presentarse para los amigos y amigas de Facebook e invitarlos a una actividad, esta vez en Copiapó. Minutos más tarde ya está circulando en las redes sociales.
(*) Este trabajo formará parte de un libro de crónicas sobre el Aluvión en Atacama, titulado Olas de Barro, Crónicas de una Catástrofe.
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