Señor director:
La ocurrencia de eventos naturales que afectan y transforman nuestro hábitat, no constituyen por sí mismosuna calamidad. Desastre natural,es un conceptoaceptado por las ciencias que estudian esos fenómenos, lo “adverso” es cómonos relacionamos con la naturaleza.
Hasta hace poco, los textos escolares enseñaban que la Cordillera de Los Andes era fuente inagotable de recursos naturales para explotar infinitamente. Cuán distante es esa realidad.
Hoy, las prácticas de explotación y despilfarro de recursos, orientado a irreflexivos consumos y abandono, nos conduce haciaeventualidades que debemos sobrellevar. Un caso es cómo la tala y quema de bosques, destruyó casi toda la red hidrográfica navegable del sur del país. Ola desaparición de playas, quetambién se debe a la eliminación de considerables hectáreas de dunas para levantaredificios. Y así, suma y sigue.
Esa vulnerabilidad existente, es debido a escasas políticas de Estado, una débil regulación y sobre todo a intereses egoístas, que han constituido una relación históricamente desleal con el territorio y la naturaleza que ocupamos.
Pensaren el bien común, permitiría enfrentar mejordichos eventos que impulsados por formas de producción avasalladoras, exponen aún más la fragilidad de los asentamientos humanos. Como invitados no conscientes de esta tierra. Pero ¿qué tan inconscientes?
Pedro Bustos B.
Docente Coordinador
Escuela de Arquitectura
Universidad Central de Chile
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