Por Carlos Maillet Aránguiz
El anuncio sobre la implementación del anhelado proyecto de recuperación y puesta en valor del eje Alameda, entre el hito de Pajaritos y Providencia ,y que por cierto incumbe el devenir de la Plaza Baquedano, es una noticia que no deja a nadie impávido. Son proyectos que se les denomina “republicanos”, pues independiente de quién gobierne o sea oposición, deben perpetuarse en la imagen colectiva y en el desarrollo de una ciudad.
La situación “espejo” entre Santiago capital y las regiones es relevante. La ola de violencia y destrucción del 18-0 de 2019 dejó un sinnúmero de dudas en la significación de las artes de la ciudad, y se cuestionó la relevancia de la belleza en el aspecto público.
La discusión sobre el devenir de la Plaza Baquedano y la recuperación de los centros históricos recién está empezando. Es una discusión que desborda absolutamente lo que es la mera arquitectura o urbanismo. Incluye de suyo migración, vivienda precaria, comercio ambulante, áreas verdes, sociología, movilidad, aspectos históricos y culturales y, obviamente, seguridad. Pero ya la recuperación formal es un primer acto relevante que debemos abordar desde todos los sectores, sin tapujos, sin remordimiento y constructivamente.
Evidentemente, el plan apunta a reforzar el proyecto de 2017, conocido como “Eje Alameda – Providencia”. En paralelo existe en carpeta el plan “centros históricos”, los cuales requieren una intervención urgente producto de los daños conocidos, y que debería integrar a otros ministerios sectoriales en conjunto con municipios locales.
La tarea pendiente, aunque el tiempo político pueda ser diferente, es enfrentar el caso cultural, de interpretación y de nombre de la Plaza Baquedano. Esta tarea no permite mayor dilación.
Las diferentes vocaciones de ese espacio se pueden revisar desde la arqueología histórica: la antigua Plaza la Serena en la época de Vicuña Mackenna, pasando por diferentes propuestas hasta la que tenemos actualmente, que apunta a una aproximación tipo rotonda de autos.
La propuesta del siglo XXI debería apuntar a fusionar el parque Balmaceda, el parque Bustamante y el parque Forestal. Debería congregar un espacio natural de vocación cívica, que acoja los diferentes eventos que usualmente ha recibido, como celebraciones deportivas, políticas y otras que ya conocemos, como actos efímeros, artísticos o simplemente de reunión masiva.
Posponer la discusión de recuperación de espacio público es, por una parte, posponer la justicia social. La vocación del espacio público nos llama a restaurar estas zonas tan relevantes para la ciudad de Santiago y que son un espejo, símbolo y analogía de lo que pasa también en las capitales regionales.
Por eso es la urgencia. No es una llamada solamente a un encuentro moral con la ciudad, o de mera búsqueda de hermoseamiento sin sentido o suntuoso per se; es un llamado a que el espacio público sea de calidad, de belleza y de suyo, virtuoso. Virtuoso en el sentido que debe ser exigente en gratuidad y armonía, una vida buena para la ciudad, como decían los filósofos.
Carlos Maillet Aránguiz Arquitecto
Director Licenciatura en Arte y Conservación del Patrimonio
Director del Diplomado en Gestión Sustentable del Patrimonio Construido
Universidad San Sebastián
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