Columna de Paula Guerrero Zaro
MBA Executive, Diplomado en Dirección de Recursos Humanos.
Ingeniero Civil Industrial e Ingeniero en Ejecución en Computación
Ya se dieron a conocer los puntajes nacionales. Más allá de un indicador para los establecimientos educacionales del país, el desafío es la calidad en los procesos de enseñanza aprendizaje como también el equilibrio que debe existir entre el aprendizaje y el desarrollo de la persona en su integralidad, donde el actor relevante es la familia. En esta oportunidad quiero destacar las declaraciones simples, pero significativas de aquel joven llamado David, oriundo de la comuna de San Nicolás, Provincia del Ñuble, en la Región del Bío Bío, quien obtuvo puntaje nacional: “Gran parte fue por mi esfuerzo, pero tampoco lo pude haber logrado sin el apoyo de mi familia, además del apoyo de mi colegio para que pudiera hacer el preuniversitario. Creo que uno puede estudiar en cualquier colegio ya sea municipal o en un particular muy caro, pero si uno no tiene la motivación y la perseverancia no va lograr nada. Conozco gente que estudió en un colegio particular y sus papás le pagan todo, pero ellos no tienen un objetivo de estudiar, y les va mal, y aunque yo estudié en un colegio rural y municipal logré este objetivo”.
El desafío del futuro Gobierno, como lo tuvo David, es ir más allá. En el caso de la gratuidad se debe avanzar en calidad y que los nuevos Seremis de Educación sean actores relevantes, motivadores y perseverantes, cercanos a la gente, a las comunidades educativas, recogiendo con sapiencia sus inquietudes, avanzando tanto en materia Pre-escolar como en Educación terciaria. Sin duda alguna, hay que volver a retomar el objetivo de la calidad, siendo prioridad la sala de clases en donde se lleva a cabo el proceso educativo. Asimismo, instalar habilidades del futuro tales como, la innovación, el idioma inglés, las lenguas digitales, el pensamiento crítico, la capacidad colaborativa y la creatividad. A su vez, el sistema educativo no debe perder de vista la inclusión, la cual se debe fortalecer con especial preocupación con los estudiantes con mayores necesidades y vulnerabilidades. Para ello, los principios rectores: confianza, libertad, calidad e inclusión son fundamentales para que exista una verdadera reforma que centre sus esfuerzos no sólo en materia de Educación superior sino también en Primera infancia, Educación escolar y, Educación técnico profesional.
Lo que es fomentar la educación para la innovación me recuerda pasajes del libro “Crear o morir”, de Andrés Oppenheimer. En uno de los párrafos el autor hace referencia a una entrevista a Bill Gates donde le pregunta: ¿cuál es su sugerencia para lograr que más jóvenes escojan carreras de ciencias o ingeniería? La respuesta fue que las escuelas primarias deberían cambiar radicalmente la forma en que enseñan estas materias: “Tienen que hacer proyectos que sean divertidos para los niños, que entiendan que la ciencia es una herramienta para hacer algo que quieren hacer, y no un desierto que tienen que cruzar para quizás encontrar un buen trabajo una vez que lo han atravesado”.
Concluyendo con una de las frases del libro, David, ese joven de San Nicolás, logró interpretar muy bien junto con su familia y el establecimiento, “no hay que impartir conocimiento, sino enseñar a procesarlo” (cita libro de Andrés Oppenheimer).
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